Anécdotas


El ABP

Nos encontrábamos esta mañana, en clase virtual con los estudiantes de enfermería en una modalidad interesante como es el Aprendizaje Basado en Problemas (ABP), método de enseñanza-aprendizaje centrado en el estudiante. Mi participación como docente médico en este curso, denominado “Integrado de Enfermería y Ciencias Básicas II” es apoyar al docente enfermero que dirige la clase, dando información que corresponde a la esfera del conocimiento médico.

La incontinencia urinaria

El tema que veníamos desarrollando tenía, entre otros datos orientadores, un problema de incontinencia urinaria, que había “obligado” al paciente –motu proprio– a usar pañales.

Una de las razones para esta decisión, era que tal vez se dio cuenta que el escape de orina al mojar sus pantalones producía efectos no solo de carácter estético, sino también, obviamente, sobre su vida social.

La anécdota del presidente de Colombia

En esta parte, los estudiantes preguntaban sobre la incontinencia urinaria. Para darles respuesta, vino a mi memoria aquel acto de intenso manejo mediático, que tuvo el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quien mojó sus pantalones por una incontinencia urinaria en pleno lanzamiento de su campaña de reelección presidencial en Barranquilla frente a unos mil 500 de sus seguidores.

Como una foto vale más que mil palabras, presenté la foto que en aquellos días recorrió el mundo a través de los medios de comunicación.

Referencia: https://rpp.pe/lima/actualidad/presidente-colombiano-sufre-de-incontinencia-urinaria-en-manifestacion-noticia-677618?ref=rpp

Callao, 29/10/2022

El día de ayer, 30 de setiembre, ya casi estando ad portas del aniversario de nuestro Colegio Pardo de Chincha, que se celebra el 12 de octubre, la Gran Asociación de Exalumnos Pardinos (GAEP), a través de su Programa “Diálogos Pardinos del Bicentenario”, que se trasmite los viernes por Facebook, ha entrevistado a 2 profesores cesantes de nuestra querida alma mater.

Justamente ellos son el Prof. José Salvador Pariona y César Casas Sánchez, a quienes recordamos sobremanera, no solo porque fueron nuestros profesores en secundaria, sino porque ambos estuvieron en las Bodas de Oro de nuestra promoción; y fue precisamente el Prof. Cesar Casas quien tuvo a su cargo la clase del recuerdo.

Recordando su periodo de estudiante pardino

Me ha llenado de una gran alegría ser testigo de la lucidez que ha evidenciado en esta entrevista el Profesor Salvador, quien debe estar cerca a los 90 años, recordando sus años de juventud como estudiante pardino y luego como docente de este emblemático colegio, relatando muchas anécdotas de ese periodo de su vida.

Igualmente, nos enteramos ahora, que el Profesor Cesar Casas se estrenó como docente con nuestra promoción, con el curso de Economía Política, Lo recuerdo perfectamente haciendo sus cuadros sinópticos en la pizarra, a manera de resumen luego de su exposición de la clase. Igualmente, que también nos hacía mención en ese curso del libro de Rubio Fataccioli, que era al texto oficial del curso, por lo cual le habíamos puesto como “chapa” Fatacholi.

Interesante la entrevista que ha realizado la GAEP y que invito a la comunidad pardina a verla a través de las redes sociales, porque la memoria de nuestros docentes debe ser recordada en vida.

Sentimiento Pardino

Diría también, que en las palabras de estos dignos profesores de nuestro colegio, se trasluce el Sentimiento Pardino.

Larga vida profesor José Salvador Pariona

Larga vida profesor César Casas Sánchez.

Callao, 01/10/2022

Llévate bien con tu mascota, porque te ayudará a cruzar el río

Luego de recorrer las ruinas de Teotihuacán, en México, ingresamos a un conocido restaurante de la zona.

En circunstancias en que el mozo nos ubicaba en una de las mesas, me llamó la atención un hecho interesante, las paredes tenían unas fotos inmensas de la revolución mexicana que luchó contra el porfirismo, y me trajo a la memoria a personajes como Pancho Villa o Emiliano Zapata, así como la película ¡Viva Zapata! dirigida por Elia Kazán, protagonizada por Marlon Brando y Anthony Quinn, entre otros.

La percepción de la muerte en la cultura mexicana

Pero lo otro, que fue motivo de la conversación, es que en otras paredes, a manera de grandes murales, aparecía la imagen de la muerte, por lo cual en la conversación de sobremesa, le hiciera notar esto último a Alejandra Colina, maestra de la Universidad Politécnica de Tecámac, quien gentilmente nos acompañaba.

Ella me hacía referencia a la cosmovisión que tenían las culturas de esta región y mesoamérica en el período prehispánico, haciendo interesantes comentarios sobre cómo concebían la muerte, en un hecho bastante propio a estas culturas.

El perro te ayuda a cruzar el río

Tal vez 2 cosas debo mencionar, una es la percepción del tránsito de la vida hacia el inframundo, última morada de los difuntos, que los primeros de noviembre “vuelven a la tierra a compartir con sus familiares”; y lo segundo, es que en ese tránsito de la vida a muerte hay que atravesar un río; y justamente, es el perro quien nos ayuda a cruzarlo. De ahí que Alejandra me dijera, ahora ya sabe usted por qué debemos tener “buenas migas” con nuestras mascotas.

El perro en la cultura Mochica

Ya, de vuelta a Perú conversaba este último tema con el arqueólogo Víctor Hugo Farfán, quien trabaja en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia Del Perú. El me hace notar que en el Antiguo Perú los animales han sido parte importante en la cosmovisión andina.

Asimismo, que, dentro de la parafernalia de enterramiento, ciertos animales fueron considerados como sagrados o con poderes sobrenaturales. En este sentido, llamas, alpacas, cuyes y también perros, integraron la escena mortuoria para diferentes contextos sociales.

Es importante destacar que en la tumba del Señor de Sipán, dentro de su gran cámara funeraria, se encontró el esqueleto de un perro peruano que acompañaba el cuerpo del gran señor.

Además, en la famosa escena Mochica denominada «La Presentación» se observa la presencia de un perro que acompaña la ceremonia de entrega de la copa de sacrificio. La caja mortuoria estaba rodeada de los esqueletos de ocho varones, dos mujeres y un perro.

Callao, 11/09/22

Literatura Chinchana, con la publicación de este artículo, me ha traído a la memoria aquellos años en que, acompañando a mi padre, Don Telmo Castro, íbamos por varios distritos de nuestra Chincha querida, siendo uno de estos el distrito carmelitano, que incluía las haciendas San José y San Regis.

Nosotros íbamos 2 veces a la semana en un camioncito llevando vino, cerveza y gaseosas a las diferentes tiendas o tambos de estos lugares. Salíamos de Chincha a las 7 de la mañana y retornábamos generalmente alrededor de las 10 de noche. Almorzábamos en el camino, en la casa de algunas personas que vendían almuerzo (como recuerdo mi plato de seco con frejoles “bien taipá”, o los escabeches de pescado bonito, por ejemplo); qué delicia, que con solo recordarlos al escribir estas notas, empiezo a salivar como se describe en el famoso “reflejo de Pavlov”.

La tienda de Roberto Sulay

De la hacienda San Regis, recuerdo la tienda de don Roberto Sulay, un asiático que se asentó en este lugar y como muchos de ellos, optaron por poner sus tiendas de abarrotes.

La tienda, era además lugar obligado de los jóvenes varones de esta zona, quienes se reunían para conversar, bromear, es decir para hacer vida social entre pares, porque a diferencia de la ciudad, no había otro lugar donde ir en las haciendas, entonces qué mejor lugar de reunión, que las tiendas de estos lugares.

Así, la tienda “del chino” era pues lugar obligado, además, la familia sabía dónde estaban, de manera que no había lugar para desconfianza.

Cómo a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor

Eran mejores tiempos, porque en esas reuniones, los jóvenes a lo más paladeaban una botella de vino o alguna otra bebida, sin caer en excesos que los embriagara, pero nunca algún tipo de droga. Al cerrar la tienda, se dirigían en grupos hacia sus hogares.

Así eran las noches, en la recordada hacienda San Regis.

Callao, 21 de julio de 2022

Esta mañana, al tiempo que tomaba mi desayuno, empecé a revisar de manera rápida las redes sociales. La sorpresa la tuve al ver la publicación de LITERATURA CHINCHANA, página que nos deleita periódicamente con notas de importantes literatos de nuestra provincia.

Aparecía un cuento del profesor Gontrán Pachas de la Cruz, a quien tuve la satisfacción de tenerlo como docente del curso de literatura en el emblemático Colegio Nacional Pardo de nuestra Chincha querida.

Entonces vino a mi memoria aquellos gratos momentos de las clases con este ilustre profesor que nos orientaba a la lectura de clásicos como “El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”.

Recuerdo asimismo que para sus clases preparaba algunas lecturas que las hacía en el histórico mimeógrafo, aquel medio de la época que permitía producir muchas copias de un texto, y que luego han sido remplazados por las fotocopias. Como diría nuestro decimista Nicomedes Santa Cruz “lindos recuerdos de antaño que mi corazón evoca”.

Copio para deleite de los lectores de este blog, el cuento escrito por el profesor Gontrán Pachas.

ALGO QUE PODRÍA SER UNA TRADICIÓN CHINCHANA

Gontrán Pachas de la Cruz

Llamar tradición a este relato que les voy a entregar, estimados lectores, sería un intento de elevarme a la altura de nuestro célebre escritor, inventor del género, don Ricardo Palma; y la modestia de mi novel pluma impide hacer tal desatino. De ahí el título que encabeza este escrito, cuyo contenido, como diría Cervantes, lo sabrá quién lo leyere, y que puede semejarse a un cuento, a una leyenda, o quién sabe a qué.

Pero, ya oigo que ustedes exclaman impacientes al concluir el párrafo precedente (si es que no se han aburrido antes). ¡A qué «tanto brinco cuando el suelo está parejo»! En efecto, creo que pude haber empezado sin tanto rodeo; mas ya que está hecho, como dijo Palma en su ¡«Consejo»! ¡A lo hecho, pecho! Y como ustedes bien lo saben, y en eso creo que estaremos de acuerdo: Más vale tarde que nunca.

Se trata de contarles algo de lo que cuenta la gente y que oí contar a la mamá de la mía, mejor dicho a mi abuela, a mi abuelita, como cariñosamente llamamos a esa viejecita que nos quiere y nos mima, aunque también nos regaña algunas veces.

Es uno de los tantos relatos de sobremesa que escuché en una noche alumbrada por la indecisa llama de un «chino» (nuestro candil).

Sucedió por aquellos tiempos en que ya no había techos de chocolate ni paredes de caramelo, pero aún campeaban los soles de plata y las libras de oro, y en las casonas de nuestras campiñas se los aguardaban en botijas enterradas. Eran esos tiempos en que las calles de nuestra provincia tenían sus veredas de madera y se alumbraban con farolitos. Cosa frecuente era en los tiempos a que nos referimos ver salir de una casa antigua de la calle Junín, o de la calle Derecha, a las 6 de la tarde o después, un chancho o un chivo que asustaba a la gente y que cuando iban a cogerlo desaparecía; mas si alguien ubicaba el lugar donde desaparecía, podía considerarse un afortunado, pues era seguro y requeteseguro que allí había un entierro. Era don Emeterio «X», un cholo de esos que tenían una falquita y se manejaba su «agua». Orgulloso de que le llamasen «patrón», se caracterizaba por la puntualidad en el pago de la semana a cada uno de sus peones, porque no era «duro», sino dadivoso, sobre todo en Pascua, Año Nuevo y 28 de Julio; pues él podía andar sin zapatos y con poncho sin que eso significase que no era buen cristiano y patriota.

La tal falca estaba perdida entre unos platanales y cañaverales, y no había duda, había que amarrarse bien los pantalones para vivir solo en lugar tan solitario. Nuestro personaje debía tenerlos bien amarrados, pues era solterón; toda su compañía eran cinco perros lanudos, enormes y negros, y la casa bien podía albergar un ejército.

Costumbre se había hecho que en las tardes sabatinas, después del pago, ño Emeterio agasajara a su peonada con unas cuantas copas de vino para afirmar la camaradería. Pero eso sí, ni minuto más ni minutos menos, tocando las 6 de la tarde, tutilimundi a su casa y la bodega en miniatura que es una falca quedaba solitaria. Cualquier caminante que hubiera pasado hasta las 12 de la noche habría podido ver a ño Emeterio sentado en la puerta de su falca, fumando los cigarrillos unos tras otros; mas como solo los «valientes» andaban en horas de la noche por esos caminos donde era común toparse con un buey atravesando o con la «viuda», nadie, o muy pocos, certificaban este hecho.

¿Qué esperaría allí el patrón? Y ¿qué guardaría en un cuarto grande donde ningún peón nunca había entrado? Todos se preguntaban lo mismo y nadie se respondía.

Un día, ese gusanillo que llamamos curiosidad le picó a uno de los peones, quien haciéndose el mareado logró quedarse después de las 6 de la tarde.

Oculto tras una ruma de canastas de vendimia oyó sonar la hora esperada. El viejo reloj de pared soltó doce sordas campanadas y casi simultáneamente el ruido de una cabalgata que se acerca sobresaltó a nuestro curioso amigo. Llegó el tropel, rechinaron las enmohecidas bisagras, se abrieron los portones como por obra de magia y entraron a la bodega una piara de trece mulas, cada una con dos bolsas; se dirigieron al misterioso cuarto secreto y solas descargaron el contenido de las bolsas, dejando oír un ruido metálico.

La curiosidad de nuestro curioso impertinente no dio por satisfecho y quiso conocer al arriero que tan amenamente charlaba con el patrón. La desmesura de su curiosidad le costó 3 meses de cama al cuidado constante de tres rezadores que luchaban por traer a su espíritu ahuyentado. Lo único que recordaba era a un extraño personaje que en vez de uñas tenía enormes garras y cuya barba espesa y larga contrastaba con la cortedad de su estatura. Luego… ¡Dios, y solo Él, sabe cómo salió de la falca y cómo llegó a su casa!

¿Quién era tan extraño personaje? Se dice, óiganlo bien, así en forma impersonal, se dice, que era el ángel más querido de Dios y que por soberbia fue desterrado del paraíso.

Ya saben de quién se trata. ¿Acaso no escuchamos su socarrona risa en uno de esos discos de aires tropicales?

En cuanto al final de ño Emeterio (conste que les digo y cuento lo que se dice y se cuenta) su cadáver desapareció misteriosamente al apagarse las velas durante el velorio. Y para evitar habladurías de los lengualargas que en todo sitio no faltan, sus parientes llenaron el ataúd con troncos de plátano.

Había vendido su alma a Luzbel.

Y, por ahora, como más no se ha dicho de esto, nada agrego al respecto.

En un momento de la clase, el profesor Inostroza lanzó una frase lapidaria, bastante sui generis, que nunca la había escuchado, en ninguna circunstancia. Dijo con singular énfasis “yo no soy un profesor karaoke”.

El mensaje era bastante claro, pues lo que trataba de decirnos no era otra cosa que él no era un profesor “lector” de diapositivas. No pude percatarme de las circunstancias en las que hizo esta afirmación.

Si vemos la evolución de la forma como se han venido “dando las clases”, desde que apareció el proyector multimedia al que muchos le llamaban “data show” así a secas, equipo con el cual se hace la presentación de diapositivas, preparadas en el no menos famoso “power point”, o ppt, era evidente que algunos docentes se limitaban simplemente a leerlas conforme las iban presentando.

Encontrábamos pues, a un profesor que iba leyendo su presentación, de espaldas a los alumnos.

Entonces, así como en los karaokes, interpretamos la canción sobre un fondo musical grabado, mientras se sigue la letra que aparece en una pantalla, así, tal cual, sería el “profesor karaoke”, un lector de sus diapositivas.

Recomendaciones para no ser “profesor karaoke”

La diapositiva debe servirnos solo como una referencia para lo que vamos exponiendo, para lo cual debe tener pocas letras y más figuras relacionadas con el tema.

Callao, 12 de junio de 2021

Acaba de finalizar el día de ayer en la maestría, el interesante curso de toxicología, desarrollado magistralmente por el profesor Inostroza.

En una de las clases, hablando de los daños que puede producir la exposición accidental a los gases, él decía que, por ello, a los alumnos no les permitía ingresar a la práctica si no llevaban los anteojos protectores, justamente para evitar daño sobre el ojo, un órgano noble que puede afectarse precisamente por la exposición a los tóxicos volátiles.

Esa frase me trajo el recuerdo de un accidente sufrido en mi primer año de universidad, cuando era cachimbo.

Aquella tarde nos encontrábamos haciendo la práctica del curso de química. Todos con mandil blanco. Nuestra profesora jefa de practicas era una doctora bastante joven, de paso diré que muy guapa, lo que hacía que no nos perdiéramos ninguna de las prácticas.

El día de aquel suceso anecdótico, tenía en mi mano derecha un tubo de ensayo, el cual contenía un líquido que debía calentarlo con el mechero de Bunsen, que es un instrumento utilizado en laboratorios para calentar muestras y sustancias químicas. En esas circunstancias, tal vez por alguna distracción con el compañero de al lado, salió del tubo en mención un vapor caliente que me cayó directo sobre el ojo.

Creo que no bien acababa de lanzar un grito de dolor, cuando sentí una mano que me cogió de los cabellos y literalmente puso mi cabeza en el lavatorio que estaba al lado. Era la profesora que me decía con voz enérgica: No cierres los ojos, al tiempo que abría el caño y el chorro continuo de agua caía sobre mis globos oculares.

El tiempo parecía transcurrir de manera interminable y yo casi estaba por decir, «me ahogo, me ahogo», pero la profesora me mantenía con firmeza en el lavadero con el caño totalmente abierto.

Al día siguiente fui presuroso a consulta oftalmológica, pues temía que me hubiera dañado la córnea, la cual felizmente no había sido afectada,

Recordando esta anécdota de mi etapa de cachimbo, comprendí claramente la importancia de la frase del profesor Inostroza de no permitir el ingreso de los alumnos a la práctica si no contaban con los anteojos protectores.

Callao, 6 de junio de 2021.

Que tristeza. Empezar el día con unos sorbos de café esta mañana de Domingo de Ramos y al revisar las redes sociales, nos encontramos con una noticia ingrata, fatídica, sumamente dolorosa para quienes estuvimos siguiendo su evolución clínica en el Hospital San José de Chincha.

La partida de Lauro Francisco Muñoz Garay nos llena de tristeza. No solo por tratarse de nuestro primo, sino también porque integrábamos la promoción del Colegio Pardo 1964.

Lauro fue representante de nuestra «Chincha Querida» a la Asamblea Constituyente de 1978. Recientemente, como abogado, estuvo abocado a defender los límites territoriales de la provincia de Chincha con la vecina Cañete.

Llevaba el nombre de su padre, también abogado chinchano «Don Lauro», razón por la cual a él se le conocía hasta ahora, a pesar de los años transcurridos, como “Laurito”.

Amical, contador de anécdotas de todo tipo, incluidas las políticas. En las reuniones que teníamos, generalmente con la promoción del Colegio Pardo, resultaba ameno escucharlo. Así quedará en nuestra memoria.

Lauro Muñoz, querido primo. Chincha te recordará como uno de sus hijos predilectos. 

Que la tierra te sea leve

Puede ser una imagen de 7 personas, incluidos William Castro, Pedro Pablo Torres Saravia y Lauro Muñoz y personas de pie

Diciembre 2020. Estamos terminando el año en la universidad de una manera que nunca habíamos pensado y es que la pandemia de COVID ha afectado terriblemente el sector educación en todos sus niveles, desde la educación básica regular hasta la educación superior.

Si bien es cierto que siendo principalmente un problema mundial de salud pública, su impacto se ha dado en todas las esferas de la actividad humana, generando parálisis del apartado productivo y la consecuente recesión económica a nivel mundial; ha desnudado la caótica situación del sector salud en muchos países del mundo; pero también el sector educación ha sufrido fuertemente por cuanto las escuelas y centros superiores de enseñanza se han visto obligadas a cerrar sus puertas justamente para proteger a los estudiantes y profesores evitando la concentración de personas que harían más intensa la transmisibilidad del SARS-CoV-2, agente etiológico del COVID-19.

Los nuevos retos

Superada la parálisis inicial, había que echar a andar el proceso educativo en el nivel universitario.

No obstante que muchos ya habíamos llevado algunos cursos virtuales, entendimos que una cosa es estar de alumno en estos eventos académicos y otra es tener que dirigir cursos bajo esta metodología.

Estando en la modalidad presencial, sin presagiar lo que vendría, la Oficina de Educación Virtual nos había estado capacitando, sin que ello significara desarrollar los cursos en la modalidad virtual, porque la programación de estas actividades seguía siendo presencial. Comentando estas circunstancias, un colega me decía, que eso equivalía a haber recibido clases teóricas de natación, pero que ahora ya nos habían tirado a la piscina y como sea había que nadar.

Felizmente, la universidad implementó rápidamente una capacitación acelerada para todos los docentes, preparándonos justamente para asumir la enseñanza en la nueva modalidad.

Algunas anécdotas

Recuerdo por ejemplo, que al entregar mi tarea en esta capacitación de la universidad, el profesor me la devolvió porque había que colocar adecuadamente mi nombre completo y no las iniciales como estaba en el correo institucional que no permitía identificar con claridad de quién se trataba, también por la foto del perfil de usuario porque tenía que ser una que represente mejor a la persona.

Superadas estas cuestiones de la forma de presentación, también me hizo observaciones de fondo en la tarea. Había que crear y configurar un examen con las preguntas y las respuestas, utilizando los diversos tipos que permite la plataforma lo cual debía hacerse sin error. Tuve que pedir un rápido SOS a mis hijos, con quienes analizamos todo ello y lograr entregar mi tarea corregida dentro de los plazos dados, aprobando el curso satisfactoriamente. Con algo más de experiencia, vamos agarrándole el gusto, tal es así que ahora soy docente responsable de uno de los cursos que se dan en la Facultad de Medicina bajo esta modalidad.

En este contexto, recuerdo también el tik tok (ver enlace) que ciertas jovencitas publicaron cuando habían ayudado a su padre, un docente de la universidad, a exponer su clase virtual. Eso se volvió rápidamente viral y hasta fue motivo para una entrevista de TV San Marcos.

Otra anécdota la tuve con la profesora Anita Lujan, a quien tuve que recurrir aprovechando sus conocimientos porque cumple funciones en la Unidad de Tecnología Educativa. Había un término que no recordaba adecuadamente como se escribía; y tenía que hacerlo de manera adecuada para este artículo.

Entonces me comunico con ella a través del whatsapp y le digo: “Anita, tú que eres una experta, por favor ayúdame. Estoy escribiendo un artículo para mi blog, pero deseo saber cómo se escribe correctamente esa palabra que suena como “digrifin”. Ella supongo que se habrá reído, pero me responde: “Debe ser Debriefing es una de las etapas de la simulación clínica”.

La nueva jerga

Es así como tuvimos que ir incorporando palabras que al principio nos parecían extrañas, pero que, luego. a fuerza de irlas utilizando, ya forman parte de la nueva jerga de la educación virtual.

No eran pues “terminajos” como diría alguien en cierta oportunidad, sino que son los nuevos términos que ya se han ido incorporando a nuestro lenguaje cotidiano.

Así, teníamos que decidir la plataforma a usar. ¿Plataforma? ¿Moodle, Chamilo? No era una palabra de uso corriente para muchos de nosotros; luego, actividad sincrónica y asincrónica, aula virtual, sesión de aprendizaje, presentar pantalla, y así la lista puede ser interminable, como también las anécdotas.

Si pues, en eso estamos.

Callao 31/12/2020

Hace unos días revisaba algunos temas publicados en el muro de Facebook de “Literatura Chinchana”, donde para sorpresa encontré un artículo sobre la industria vitivinícola de la provincia de inicios del siglo pasado.

En esa lectura encontré la referencia a la bodega Arena, lo cual rápidamente me trajo a la memoria uno de los recuerdos más agradables de mi vida, ocurrido precisamente es esta bodega.

En la época en que ocurrieron los hechos, mi hermano Lucho, trasportaba vinos de esta bodega con destino a Lima; y debido al prestigio de los vinos chinchanos en la capital, realizaba varios viajes al mes en su antiguo camión Ford. Yo, que en esa época era estudiante universitario, lo ayudaba en mis vacaciones, cargando y descargando esta preciosa mercadería.

Resulta, que un 19 de marzo, día de mi cumpleaños, estábamos en la Bodega, subiendo el vino para llevarlo a la capital.

Entonces mi hermano le manifiesta al señor Arena que yo estaba de cumpleaños. Grande fue mi sorpresa, cuando él me pregunta en qué año había nacido. Le dije, en 1948.

Un momentito, me respondió. Se dirigió al interior de la bodega y regresó con una botella de vino tinto Pinot, que me dijo era justamente del año de mi nacimiento, lo cual me llenó de satisfacción, pues solo unas pocas personas podían gozar de este privilegio

Lo tomamos y creo que hasta ahora no he probado un vino tan exquisito como el de ese día.

Callao, 30 de octubre de 2020

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